Por: Martha Bernal
Médica psiquiatra
Gerente Grupo Mente Sana
Nos encontramos aún inmersos en unas condiciones sociales y psicológicas difíciles de definir y de cuantificar como resultado de la experiencia de vida en la situación de pandemia que enfrentamos desde hace más de nueve meses. Valdría la pena evaluar su impacto mirándola, como lo ha conceptualizado la antropóloga y médica Merril Singer: una sindemia, pues hay que considerar cómo esta pandemia actúa unida con los problemas sociales, haciéndola más dañina que la suma de los efectos individuales.
Como especialistas en el área de la salud mental, en Mente Sana hemos visto cambios estadísticos que evidencian, a mi parecer, el comportamiento humano individual y social que ha generado esta vivencia. Tenemos una población fija para la atención que nos permite, de alguna manera, inferir algunas conclusiones, y hemos observado que en los meses iniciales con el aislamiento social se produjo una disminución en la demanda de atención que, poco a poco, se ha ido incrementando y continúa en ascenso.
Inicialmente, la actitud fue de espera a que pasara la cuarentena impuesta, y las situaciones de ansiedad, depresión, insomnio, ocasionadas por las condiciones de vida actuales, las dificultades laborales, escolares, o las dificultades innatas para enfrentar el diario vivir parecieron encontrar alivio en la necesidad obligada de quedarse en casa. Al prolongarse este período aparecieron otros factores estresores que se estaban evitando, a veces, con la vida social que llevábamos; nos vimos enfrentados a tomar consciencia de los inconvenientes familiares que cada uno tenía, y se pudieron sobrellevar o, todo lo contrario, se agudizaron y generaron otro tipo de ansiedad.
Nuestras viviendas son cada vez más pequeñas y se han venido diseñando de tal manera que permiten poca privacidad entre los diferentes miembros de la familia, y tuvimos que manejar el colegio, la oficina y la casa bajo un mismo techo. Las madres cabeza de hogar enfrentaron un gran reto y una gran dificultad para dar respuesta a las múltiples tareas que se les presentaban, todas al mismo tiempo. Los colegios en su afán de dar respuesta dejaron muchas tareas y talleres, los niños y adolescentes se encontraron agobiados con ellos, las empresas se vieron en la necesidad de definir los protocolos de trabajo en casa y algunos también con mucha ansiedad ante la situación económica exigían más allá de las horas laborales previamente establecidas. El mundo virtual nos permitió comunicarnos, pero también nos ha impedido tener privacidad, ya que somos contactados, requeridos y debemos dar respuesta de forma más rápida o casi inmediata.
Estamos en este momento respondiendo a la crisis, puede haber una buena interacción familiar, dándose el reencuentro de lo perdido por la vida social hacia afuera del hogar que se había desarrollado, o, por el contrario, se pudieron agudizar las diferencias de pareja que no se veían o se camuflaban.
Los hogares se deshicieron o se rehicieron, las reuniones familiares empezaron a ser más frecuentes, pero, lamentablemente, se vienen acompañando del consumo de alcohol individual y grupal, que permitió manejar esas diferencias o alegrías que aparecían, además del ‘aburrimiento’ que se evitaba nombrar.