Las cifras indican que esta incapacidad urinaria afecta aproximadamente a 200 millones de personas en el mundo, el 69% de la población femenina, y entre 25 y 30% de los hombres. Con el objetivo de generar una mayor concientización y sensibilizar sobre la importancia de combatir sus síntomas, organizaciones científicas como la Sociedad Europea de Urología y la Asociación Internacional de Continencia quieren hacer visible esta condición, para que los pacientes y cuidadores busquen ayuda de manera oportuna con el fin de acceder a tratamientos y disfrutar una vida con bienestar.
La incontinencia es una condición relativamente fácil de detectar. Los síntomas más comunes son: escapes de orina, aumento de frecuencia al orinar, disminución progresiva de la cantidad de orina o urgencia de llegar al baño. Algunas situaciones incrementan el riesgo de presentarla; entre ellas, la vejez, los problemas de próstata en los hombres, los meses luego de un parto para las mujeres, múltiples partos o partos traumáticos; pero cualquier persona puede ser diagnosticada con incontinencia.
Los médicos pueden identificar la incontinencia a partir de los síntomas. Para verificar el diagnóstico, los pacientes deben realizar una revisión exhaustiva de antecedentes y exploración física y, en caso de necesitarlo, pueden requerir análisis de muestras de orina, medición de la cantidad residual de orina en la vejiga después de la micción, o simplemente llevar un diario miccional o fecal que haga un recuento del número de visitas al baño, cantidad de orina producida y tipo de líquidos consumidos. A partir de esta evaluación se podrá reconocer la clase de incontinencia que se padece.
–Incontinencia de esfuerzo o estrés: produce una pérdida repentina de orina cuando crece la presión sobre la vejiga por toser, estornudar o levantar algo, y es causada por músculos debilitados o deteriorados del piso pélvico. Por lo regular, se relaciona con actividades físicas.
–Incontinencia de urgencia o imperiosa: produce una necesidad incontrolable y constante de ir al baño hasta el punto de no poder llegar a tiempo. Es causada por daño en los músculos o nervios que controlan la micción. En algunos casos, los pacientes con vejiga hiperactiva no evidencian pérdidas de orina, pero las idas al baño perjudican su calidad de vida, su ciclo del sueño y su vida social/familiar.
–Incontinencia por rebosamiento: ocurre cuando la persona no puede vaciar su vejiga por completo y sufre goteos constantes y habituales.
–Incontinencia fecal: si la sensación de defecar es incontrolable y hay constante pérdida involuntaria de gases o heces líquidas y sólidas.
Los tratamientos para el control dependen de la condición del paciente. Uno de los más comunes y menos invasivos es la terapia de control de la vejiga, la cual estimula los nervios sacros a través de un electrodo que se inserta debajo de la piel. Es un procedimiento mínimamente invasivo, de bajo riesgo y por completo reversible; más de 325.000 personas por casi 20 años han recibido este tratamiento.