En inglés se conoce como medical gaslighting y en español como manipulación o luz de gas médico, y los términos se refieren a los diagnósticos erróneos o al sufrimiento de quienes se han sentido ignorados por sus médicos.
Sara López* tiene 61 años, hace siete años acude de manera frecuente al médico por infecciones urinarias y la receta del profesional siempre es la misma: antibiótico, incluso medicamentos resistentes a su enfermedad y, por más que ella explica en la sala de urgencias que no son los adecuados para su condición, han subestimado su opinión. La frecuencia, ardor y urgencia al orinar terminó convirtiéndose en una falla sistémica de su riñón y un diagnóstico de Síndrome de Sjögren derivado de infecciones crónicas, comenta.
“En este momento me siento muy mal, mi calidad de vida se ha deteriorado, sufro de depresiones por la incertidumbre con mi salud y ha sido por falta de atención médica oportuna, de que me hubiesen escuchado y dado solución desde cuando comenzaron los síntomas”, describe.
¡Escúchelos, pueden tener la razón!
Cuando un profesional de la salud descarta los problemas de salud de un paciente, como nada más que el producto de su imaginación, pone en práctica, en potencia, el denominado gaslighting médico.
No tomar en serio sus síntomas puede derivar en un error médico y provocar severos problemas de salud en la persona que atiende.
Se dice que el problema afecta mucho más a mujeres, personas de color, pacientes geriátricos y personas LGBTQ. Los estudios han encontrado que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de que les diagnostiquen erróneamente afecciones, como enfermedades cardiovasculares y trastornos autoinmunes y, con frecuencia, deben esperar más tiempo para recibir el tratamiento pertinente.
Se conocen varios casos, con evidencia médica, de mujeres y pacientes de edad avanzada de todas las razas, negros e hispanos, quienes afirman que los médicos no los tomaron en serio, denuncian que son ignorados, malinterpretados en las consultas médicas, que descalificaron y minimizaron sus síntomas, fueron etiquetados como ‘difíciles’ o ‘incumplidores’ y culparon de su queja de salud válida a problemas psicológicos.
Olvidando que una persona, con una enfermedad legítima, ingresa al hospital en busca de respuestas y, en cambio, encuentra resistencia del tipo: “Todo está en sumente o tal vez está deprimido (a)”.
En la forma más maliciosa de gaslighting, la respuesta de la atención médica puede ser consciente y manifestarse como un proveedor que realiza el tratamiento indicado, pero no lo ofrece o no puede ofrecerlo y hace poco para facilitar que el paciente reciba la atención conveniente.
“En una versión inconsciente, pero igualmente perjudicial, el sesgo del proveedor influye en su procesamiento de la ‘historia’ del paciente. Al minoritario o femenino que experimenta dolor torácico se le dice que debe ser ansiedad y se le da de alta del servicio de urgencias sin seguimiento”, explica el doctor Lee Kirksey, cirujano vascular de la Clínica de Cleveland en Estados Unidos y conocido por analizar lasdisparidades del sistema de salud en ese país.
“Sabemos que es común que los médicos diagnostiquen y traten de manera diferente a los hombres y a las mujeres; sobre todo, a las de color, aunque tengan las mismas enfermedades”, señaló Karen Lutfey Spencer, una médica investigadora de la Universidad de Colorado, campus Denver, que estudia la toma de decisiones médicas.
Las mujeres afirman que a menudo los profesionales atribuyen sus problemas médicos a su salud mental, a su peso o a su falta de autocuidado, lo cual puede retrasar la eficacia del tratamiento.
Para la abogada Diana Caicedo, experta en género, la ‘luz de gas médico’también la compone la violencia obstétrica, “que constituye una grave vulneración a los derechos de las mujeres embarazadas. Se presenta en los lugares que prestan servicios médicos y en todas las esferas de las sociedades, al desconocer la capacidad y autonomía de estas frente a la toma de decisiones relacionadas con su salud y su cuerpo, sus deseos y necesidades al ser juzgadas, atemorizadas, humilladas, desconocidas o lastimadas física y psicológicamente frente a alguna dolencia o situación de salud que les afecta”.
Ejemplos de ello son los casos de oposición al ingreso de un acompañante al trabajo de parto, al realizar la episiotomía, práctica desaconsejada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). “Se da en muchas ocasiones por el ejercicio de poder de quien detenta el saber médico y minimiza el impacto que,para la salud de la mujer, se da en todas sus dimensiones e impide a estas contar con servicios humanizados, de calidad y amigables en el servicio”, concluye la abogada.
Para la OMS, “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Este concepto se avaló por la Corte Constitucional en Colombia, por ejemplo, para despenalizar el aborto.
En busca del diagnóstico correcto
Estas formas de respuesta desdeñosa, por parte de los proveedores de atención médica, requieren de un abordaje inmediato y, aunque se sabe que hacer un diagnóstico médico correcto es complejo y no es fácil en ciertas situaciones clínicas, los desafíos de diagnóstico deben dejar de lado las limitaciones de tiempo, las presiones emocionales y los recursos escasos.
Los expertos aconsejan no dejar de hacer preguntas. “Como médicos, entendemos que, a pesar de toda la costosa tecnología de diagnóstico que tenemos al alcance de la mano, los esfuerzos comienzan con un historial cuidadoso recopilado al hacer las preguntas acertadas y escuchar al paciente”, recomienda el doctor Kirksey.
Se sabe que esa precisión diagnóstica como médicos nunca será perfecta y estará constantemente plagada de limitaciones de la comunicación humana. Sin embargo, cuidadores individuales, pueden mitigar algunas de estas deficiencias al reconocer que siempre habrá sesgos en la interacción frente al manejo que se le da al paciente.
En particular, el sesgo hacia las mujeres es anterior a la medicina contemporánea. El término ‘histeria’ se origina de la palabra griega ‘hysteron’ que significa ‘útero’. Existe una creencia generalizada y falsa en nuestra sociedad de que las quejas de las mujeres se originan singularmente en un lugar de emoción.
El ‘paternalismo médico’ sigue siendo prominente en la relación cuidador-paciente. Hay una dinámica de autoridad y poder de clase entre un paciente y un médico, habilitada por la naturaleza altamente técnica y especializada de las enfermedades médicas y las alternativas de tratamiento asociadas. Este desequilibrio de conocimientos hace que la mayoría de los pacientes se sientan impotentes.
Diversas investigaciones confirman que hay errores de diagnóstico hasta en una de cada siete citas del paciente con el médico y que la mayoría de estos se derivan de falta de conocimientos, por parte del profesional. En una gran variedad de situaciones, es más probable que se diagnostique de manera equivocada a las mujeres que a los hombres.
Médicos en acción
El personal de salud puede emprender varios pasos para no caer en la ‘luz de gas médico’:
“Vivimos en una sociedad de la información y existen fuentes acreditadas de información médica disponibles para equiparnos y participar en su viaje, con el fin de resolver su problema de salud. Por parte de los proveedores médicos y los sistemas de atención médica, se debe integrar sistemáticamente una cultura de escucha empática en nuestra capacitación y práctica estándar de comunicación con el paciente, si alguna vez esperamos vencer la naturaleza paternalista de la medicina que plaga la atención médica”, recomienda, por último, a los médicos el doctor Kirksey.
Los expertos afirman que es difícil saber cómo empezar a abordar estos problemas sistémicos, pero los científicos alegan que es necesario que al menos se lleven a cabo más investigaciones sobre las enfermedades de las mujeres.
La doctora Spencer sugiere que los profesionales de la salud tengan más tiempo con sus pacientes y que vean menos pacientes en total.
Por lo general, los médicos trabajan en condiciones muy difíciles que “dan pie a que cometan errores y omisiones. Es como si el desafío de los sistemas y los procesos problemáticos indujeran a la parcialidad”, concluyó Spencer.
Alyson McGregor, cofundadora y directora de la división de sexo y género en la Medicina de Emergencia en la Universidad Brown, en Rhode Island, Estados Unidos, recomendó que hasta que no haya más cambios, las mujeres y los pacientes de color podrían considerar que los acompañe algún amigo o familiar cada vez que acudan con el médico. “En verdad sirve mucho llevar alguien que te apoye y pueda intervenir para decir cosas como: ‘Ella normalmente no tiene tanto dolor’”, aseveró.
Además, McGregor aconsejó acudir con “otro médico si te sientes ignorada”. “Tal vez hasta podrías pensar en buscar un doctor que tenga una competencia cultural superior y que sea capaz de entender mejor tu idioma y tu punto de vista”.
*El nombre de la paciente ha sido cambiado por su solicitud.
Medical gaslighting
El término procede de una obra británica, en 1935, llamada Luz de gas (Gaslight en inglés) que trata de los intentos que hace un hombre por volver loca a su esposa. Y, así mismo, muchos pacientes, sobre todo las mujeres y las personas de color, describen como enloquecedora su búsqueda de un diagnóstico preciso y su tratamiento.