Recientemente, la Asociación Americana de Medicina (AMA), la Asociación Americana de Colegios Médicos (AAMC) y los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) desarrollaron una guía para mejorar la comunicación médico-paciente, publicaron el documento llamado: ‘Avance de la equidad en la salud: una guía para el lenguaje, la narrativa y los conceptos’.
Se sabe que, para lograr mayor equidad en la atención médica, todo puede depender de una palabra que “dé sentido” en la práctica médica. Sin embargo, las habilidades necesarias para aprender a escuchar las historias de los pacientes suelen estar ausentes en la formacióny se sujetan a la formulación de preguntas exigidas por un formato estandarizado de las historias médicas.
Por eso, los desarrollos en medicina narrativa pueden permitirles a los profesionales de la salud reconocer que viven en un mundo de narraciones ‒incluidas las de la ciencia‒, cuya debida aplicación puede hacer que, pacientes y médicos, modifiquen pautas decomunicación estereotipada y mejoren la calidad de los encuentros con los pacientes.
“El descubrimiento de los recientes desarrollos de la llamada ‘medicina narrativa’, me ha orientado a profundizar sobre el fundamento teórico de la inclusión de cursos de literatura y de narración en la formación médica, a considerar los posibles beneficios del uso de relatos(…) El aumento de la atención de enfermedades crónicas, ponen a médicos y pacientes en relaciones prolongadas en las que las comunicaciones y capacidades de compartir/acordar elecciones éticas de tratamiento y cura resultan cada vez más necesarias”, explica la psicóloga española, Silvia Carrió, autora de la investigación: ‘Medicina Narrativa. Relaciones entre el lenguaje, pensamiento y práctica médica profesional’.
La especialista explica también que el acceso a internet por parte de los pacientes haproducido cambios en esta relación: llegan a la consulta con su propio diagnóstico y una serie de saberes y temores que es necesario tener en cuenta. La nueva tecnología impacta, además, en muchos casos, en el registro de las historias clínicas y en los modos de comunicación con los pacientes.
“Las relaciones entre lenguaje, pensamiento y práctica profesional médica merecen estudiarse en profundidad. Analizar cómo las distintas tecnologías de la palabra producen mundos, mentalidades y sentidos, bajo el modelo biomédico y la medicina narrativa”, complementa la especialista.
En el marco de esa medicina narrativa, el médico desarrolla habilidades que ayudan a cruzar la brecha entre la enfermedad del paciente y entender su experiencia. La práctica médica, como todas las prácticas humanas, está mediada por el lenguaje.
¿Cómo y por qué hacerlo?
El hecho de que haya equidad en la atención médica no garantiza la equidad en la salud. Los determinantes sociales de la salud (nivel de ingresos, educación, política, gobierno, geografía, vecindario, país de origen, idioma, alfabetización, género, raza y etnia) tienen mucha más influencia en la equidad en salud que la atención médica.
Por eso, las palabras comprenden el lenguaje y ejercen enorme poder en los seres humanos y el ‘lenguaje médico’, debe equiparse con el de la gente.
Es decir, los médicos deben entenderse entre sí y también deben comunicarse claramente con los pacientes por medio del uso de palabras que transmitan significados neutrales. Incluso, pensar y practicar con la brevedad de una o unas pocas palabras para transmitir claramente un significado.
La guía publicada por las asociaciones está dividida en dos partes: la primera, aborda el lenguaje para promover la equidad en salud y la segunda, incluye la importancia de las narrativas, el propósito de estas en la equidad en la salud; cómo cambiarla y cómo ver y pensar críticamente a través del diálogo.
El estudio explica las razones por las cuáles se deben eliminar del lenguaje médico algunas palabras y frases de uso común que desestimulan la equidad en salud.
Para ello, se basa en el concepto de ‘humildad cultural’, que permite la autoevaluación y la crítica, para corregir los desequilibrios de poder en la dinámica médico-paciente y desarrollar asociaciones mutuamente beneficiosas con las comunidades en nombre de individuos y poblaciones definidas.
También plantea que la ‘seguridad cultural’, llama a los profesionales médicos y a las instituciones a crear espacios para que los pacientes reciban cuidados que respondan a sus realidades sociales, políticas, lingüísticas, económicas y espirituales.
Las palabras clave
La guía explica también el por qué algunas palabras deben dejar de usarse por parte del personal médico si se quiere lograr en definitiva la equidad en salud.
Justamente en el estudio de referencia: ‘Avance de la equidad en la salud: una guía para el lenguaje, la narrativa y los conceptos’, se señalan algunas palabras o frases comunes que pueden ser cambiadas por otras para lograr mayor equidad, por ejemplo:
Estos son algunos de esos conceptos ampliados y la justificación para su uso:
«Desfavorecido»: utilizado por décadas y ahora ampliamente cuestionado por apoyar modelos de personas y comunidades basados en el déficit, en lugar de en los activos. El término se encuentra peyorativo y se ha utilizado como una descripción implícita de las comunidades minoritarias e históricamente marginadas. Las alternativas incluyen «excluido históricamente e intencionalmente» y «desinvertido».
“Disparidades”: por lo general, se refiere a diferencias vinculadas a la desventaja económica, social o ambiental. Puede remplazarse por “desigualdades” en salud, las cuales se definen explícitamente como diferencias en salud que son evitables, innecesarias e injustas.
“Igualdad”: como proceso, significa proporcionar las mismas cantidades y tipos de recursos a todas las poblaciones. Al tratar a todos por igual, esto ignora el legado histórico de desinversión y privación.
Bajo este concepto se cuestiona que tal como se aplica, también falla a los pacientes individuales y a las comunidades. Por ejemplo, la atención segura y de alta calidad para personas con discapacidad no se traduce en una atención ‘igual’. “El individuo con déficit visual que recibe la ‘misma’ atención puede recibir documentos ilegibles, privándolos de la capacidad de consentir y participar en su tratamiento de manera segura”, explica el estudio.
“Anteriormente encarcelado”: es necesario abandonar el uso de términos negativos (exconvicto, delincuente) y referirse a ellos como “personas”. Personas actualmente o anteriormente encarceladas, personas en libertad condicional, personas recientemente liberadas de prisión, personas en prisión o personas con condenas penales. Esto humaniza al individuo.
“Ilegal”: es el término despectivo y deshumanizante que se utiliza para describir a personas que residen en un país sin la documentación adecuada. Ningún ser humano es ilegal. “Indocumentado” es el término común y ampliamente aceptado, también incluye “migrante autorizado informalmente”: expresión que define la idea de que alguien está perdido o no ha podido adquirir los documentos adecuados.
“Pueblos nativos/pueblos indígenas/indígenas americanos”: deben usarse en lugar de “indio”.
“Minoría”: significa “menos que” y ahora se considera peyorativo. Además, los grupos se convirtieron en minorías por la cultura dominante. Es importante destacar que la marginación y la minorización ocurren no solo con las identidades raciales, sino también con otras incluido el género; por ende, es preferible emplear “históricamente marginado o minorizado”.
En conclusión, aplicar los términos sugeridos en esta guía podría afectar lo que se dice, se escribe y se hace (incluso cómo se piensa), así como la forma en que nos ven aquellos con quienes interactuamos, hasta el punto de afectar todo el entorno de comunicación en el que vivimos.
La recomendación de los autores es leer esta guía detenidamente, analizarla y tratar de aplicarla en la práctica diaria.
Tenga en cuenta