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La conexión entre la mente y el intestino: Un matrimonio a la hora de comer

Trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Descubre cómo la relación entre la alimentación y las emociones es un factor determinante en la salud física y mental, y por qué es clave en la prevención y tratamiento de los trastornos de conducta alimentaria (TCA).

trastornos de conducta alimentaria

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Trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Fotos © 2025 - SHUTTERSTOCKPHOTOS
La emocionalidad y los hábitos alimenticios tienen un vínculo profundo y bidireccional. Mientras que lo que una persona come puede afectar su estado emocional, las emociones también inciden en sus elecciones alimentarias. Por ello, comprender esta relación es esencial para promover una salud integral.

Niñez, adolescencia y TCA: comprender para prevenir

No obstante, hasta hace muy poco se empezó a tener en cuenta este factor como un punto decisivo en el bienestar de las personas. El estudio ‘Proporción Global de Trastornos de Conducta Alimentaria en niños y adolescentes: una revisión Sistemática y Metanálisis’ publicado en JAMA Pediatrics, indica que uno de cada cinco niños y adolescentes en el mundo sufre de TCA, lo que resalta la necesidad de comprender los mecanismos psicológicos y fisiológicos que vinculan las emociones con la alimentación.

En este contexto, los profesionales de la salud desempeñan un papel trascendental en la identificación temprana, prevención y tratamiento de estos trastornos.

Las emociones en la alimentación

Las emociones negativas, como el estrés, la ansiedad, la soledad o el aburrimiento, pueden desencadenar la denominada «alimentación emocional», es decir, comer en respuesta a sentimientos en lugar de hambre física, lo que podría llevar al consumo excesivo de alimentos hipercalóricos y al desarrollo de una relación conflictiva con la comida.

“Una persona en un estado de vulnerabilidad emocional, ya sea un adulto o un niño, puede encontrar que la comida ayuda a llenar un vacío que le genera determinada emoción, desligando la alimentación de su verdadero propósito fisiológico, lo que desemboca en una mala relación con la comida y en los casos más graves en un TCA (Trastornos de conducta alimentaria)”, afirma la psicóloga Ana María Reyes.

La alimentación emocional suele implicar la ingesta de alimentos ricos en grasas y azúcares, que proporcionan una sensación temporal de alivio o placer. Sin embargo, es factible que este comportamiento desencadene sentimientos de culpa y vergüenza, alargando un ciclo de malestar emocional y hábitos poco saludables.

La alimentación emocional y los trastornos de alimentación

Es posible que la alimentación emocional y otros comportamientos alimentarios desordenados evolucionen hacia TCA más severos, como la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón.
El estudio, publicado en JAMA Pediatrics, reveló que más del 22 % de los niños y adolescentes de 7 a 18 años muestran signos de trastornos alimentarios. La investigación —que analizó datos de más de 63.000 jóvenes de 16 países— asimismo destacó que las niñas son más propensas a presentar estos síntomas que los niños.
Estos hallazgos son alarmantes y subrayan la necesidad de implementar estrategias de prevención y detección temprana de los TCA en jóvenes. La adolescencia es un período crítico en el desarrollo, y la presencia de trastornos alimentarios puede tener consecuencias a largo plazo en la salud física y mental.

Cuatro factores que desencadenan la alimentación emocional

De acuerdo con Reyes, existen diversos factores que podrían predisponer a una persona a recurrir a la alimentación emocional:
Trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Fotos © 2025 - SHUTTERSTOCKPHOTOS

Estrategias para gestionar una buena relación con la comida

Abordar la alimentación emocional requiere un enfoque integral que considere tanto el bienestar físico como el emocional. A continuación, se presentan algunas estrategias efectivas:

Practicar la alimentación consciente

Aunque para muchos pareciera evidente que sentir hambre es el único factor que debe ser determinante para consumir alimentos, lo cierto es que esta alimentación es difícil de mantener para quienes repercuten otras variables como las emociones.
Por eso, la alimentación consciente —basada en técnicas de mindfulness— ayuda a reconocer las señales internas del cuerpo y diferenciar entre hambre física y emocional, promoviendo una relación más saludable con la comida y a gestionar las emociones de manera más efectiva.

Identificar desencadenantes emocionales

Reconocer las emociones o situaciones que llevan a recurrir a la comida como consuelo es clave. Una vez identificados estos desencadenantes, es necesario desarrollar estrategias alternativas para manejarlos, como practicar ejercicio, meditación o buscar apoyo profesional.

Planificar y preparar comidas saludables

Una buena idea es organizar una despensa con alimentos básicos y saludables, como proteínas, carbohidratos complejos y grasas saludables. Además, dedicar tiempo semanalmente a preparar comidas y snacks facilita enfrentar el estrés sin recurrir a los azúcares o los ultraprocesados.

Evitar dietas restrictivas

Las dietas muy restrictivas aumentan el riesgo de atracones y prolongan la alimentación emocional. Es mejor optar por una alimentación equilibrada, enfocada en la nutrición y el disfrute.

Buscar apoyo profesional

Si la alimentación emocional interfiere significativamente en la vida diaria, es recomendable acudir a nutricionistas o psicólogos que ofrezcan estrategias personalizadas y apoyo continuo.

La clave de las intervenciones terapéuticas

Los sentidos, especialmente el olfato y el gusto, desempeñan un papel central en la conexión entre la alimentación y las emociones. Aromas como el del café recién hecho o el pan tostado pueden evocar recuerdos y emociones intensas, influyendo en las preferencias alimentarias y los estados de ánimo de una persona.
Estas asociaciones se forman a través de experiencias pasadas y condicionan las respuestas futuras a ciertos alimentos. Y si bien muchas personas no tienen ninguna relación negativa con su alimentación, quienes sí lo hacen pueden seguir tratamientos sugeridos por profesionales de la salud entre los que se encuentran:

La necesidad de una atención interdisciplinaria

Es así como la interconexión entre alimentación y emociones es un campo de creciente interés en la medicina y la psicología. Para los profesionales de la salud, comprender estos mecanismos es primordial para el diagnóstico temprano y el manejo efectivo de los trastornos alimentarios y la alimentación emocional. La integración de enfoques interdisciplinarios, que incluyan la atención psicológica, nutricional y médica, es clave para mejorar los resultados en los pacientes.

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Bibliografía

López-Gil JF, García-Hermoso A, Smith L, et al. (2023). Global Proportion of Disordered Eating in Children and Adolescents: A Systematic Review and Meta-analysis. JAMA Pediatr.;177(4):363–372. doi:10.1001/jamapediatrics.2022.5848

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