La soledad no solo duele: enferma. Más allá del malestar emocional que provoca, puede ser un factor silencioso detrás de enfermedades físicas, según numerosos estudios.
Desde trastornos cardiovasculares hasta ciertos tipos de cáncer. El aislamiento social, aunque invisible, podría estar cobrando un precio más alto del que se imagina.
Durante mucho tiempo, la soledad fue vista como un malestar emocional pasajero, casi inevitable en ciertas etapas de la vida. Sin embargo, en los últimos años, la ciencia ha comenzado a revelar una verdad mucho más inquietante: la soledad puede ser un indicador temprano de distintas enfermedades.
Según un estudio publicado por The Guardian en junio de 2024, los adultos mayores que experimentan soledad crónica tienen hasta un 56% más de riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular. Por su parte, la Asociación Americana del Corazón (AHA) advierte que tanto la soledad como la situación objetiva de tener mínimos contactos con otras personas, bien sean familiares o amigos, incrementan en aproximadamente un 30% el riesgo de ataque cardíaco, accidente cerebrovascular e incluso muerte por causas cardiovasculares.
La evidencia va más allá del corazón. Según un análisis citado por Medical Xpress en septiembre de 2024, las personas que reportan sentirse solas presentan un riesgo elevado de padecer entre 30 y 56 enfermedades físicas, desde algunos tipos de cáncer hasta trastornos digestivos, respiratorios y musculoesqueléticos. La soledad, parece, se manifiesta de forma silenciosa pero persistente en todos los rincones del cuerpo.
Un corazón vulnerable
Uno de los vínculos más sólidos entre la soledad y la salud física está en el sistema cardiovascular. Según una revisión científica publicada en Journal of the American Heart Association, el aislamiento social y la soledad están asociados con un aumento del 29% en el riesgo de sufrir enfermedades cardíacas y un 32% más de probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular.
La Asociación Americana del Corazón fue más allá al declarar, en un comunicado de 2022, que estos factores deben considerarse como nuevos indicadores de riesgo cardiovascular.
Esto no solo afecta a personas mayores. La doctora Julianne Holt-Lunstad, psicóloga, profesora de la Universidad Brigham Young y miembro de la Asociación Americana de Psicología, advirtió en la página web de dicha asociación: “La soledad no discrimina. Afecta a jóvenes y adultos, y tiene el mismo impacto fisiológico que fumar 15 cigarrillos al día”. Además, gracias a sus análisis concluyó que las personas con fuertes vínculos sociales tienen 50% menos de probabilidades de morir en un período de tiempo determinado que aquellos que tienen menos conexiones sociales.
Más allá del corazón: 56 enfermedades vinculadas
Cuando se piensa en soledad, es común asociarla con tristeza, depresión o ansiedad. Pero lo que muchas personas ignoran es que este estado emocional tiene implicaciones físicas mucho más amplias y devastadoras.
Estudios recientes han identificado vínculos entre la soledad y una sorprendente variedad de enfermedades: al menos 56 condiciones médicas han sido asociadas con el aislamiento social prolongado.
En septiembre de 2024, un equipo internacional de investigadores publicó en Nature Mental Health una investigación que analizaba la relación entre la soledad percibida y la incidencia de enfermedades físicas. El trabajo, basado en datos de más de 280.000 adultos del Reino Unido, reveló que quienes se sentían solos con frecuencia eran más propensos a desarrollar 30 de las 56 condiciones médicas evaluadas.
Estas condiciones incluían:
Uno de los hallazgos más llamativos del estudio fue que incluso cuando se controlaban otros factores de riesgo; como edad, ingresos, estilo de vida o historial médico, la soledad se mantenía como un predictor independiente de enfermedad. En otras palabras, el simple hecho de sentirse solo era un factor de riesgo por sí mismo.
¿Cómo se explica esta conexión?
La clave está en la inflamación. Diversas investigaciones han demostrado que la soledad crónica activa rutas inflamatorias en el organismo. Cuando esta inflamación de bajo grado se mantiene en el tiempo, se convierte en un caldo de cultivo para múltiples enfermedades. “La inflamación constante daña órganos, altera funciones metabólicas y acelera el envejecimiento celular”, afirma la doctora Julianne Holt-Lunstad.
A esto se suma el impacto del aislamiento en el sistema inmune. En personas solas, la producción de anticuerpos suele ser más baja y la respuesta inmunológica más lenta. Además, el sueño se vuelve más fragmentado, lo que impide una reparación adecuada de los tejidos y agrava aún más el deterioro del cuerpo. Por ello, muchos de los padecimientos relacionados con la soledad son de evolución lenta pero progresiva. Por eso, sus síntomas iniciales pueden pasar desapercibidos.
Así, la persona puede experimentar: fatiga persistente, problemas digestivos frecuentes, dolores musculares sin causa aparente, infecciones recurrentes, dolores de cabeza, contracturas y dificultad para concentrarse.
Con el tiempo, estas molestias pueden desembocar en diagnósticos más graves, como enfermedades autoinmunes, enfermedades inflamatorias intestinales o condiciones neurodegenerativas.
No solo es cosa de adultos mayores
Si bien la imagen más habitual del aislamiento social se asocia con personas mayores que viven solas o han perdido vínculos familiares, la evidencia actual indica que la soledad afecta a todas las edades. De hecho, en algunos países, los jóvenes adultos reportan sentirse más solos que sus abuelos.
Y es que, en una era hiperconectada, donde los mensajes instantáneos, las redes sociales y las conversaciones virtuales son parte del día a día, se esperaría que los niveles de conexión social fueran mayores. No obstante, ocurre lo contrario.
De acuerdo con un estudio realizado por la organización Cigna International Health en 2023, los adultos jóvenes (entre 18 y 24 años) fueron el grupo etario que reportó mayores niveles de soledad, incluso por encima de los mayores de 65 años.
El informe también reveló que:
Por otro lado, en los adultos de entre 25 y 45 años y de igual manera la soledad se ha vuelto una constante, aunque menos visible. “Las dinámicas laborales actuales, especialmente tras la pandemia, han reforzado formas de trabajo solitarias. El teletrabajo, si bien ha traído flexibilidad, también ha eliminado espacios de socialización cotidiana”, destaca la psicóloga clínica Ana Duarte.
Además, la precariedad laboral y la creciente dificultad para establecer vínculos estables han generado un fenómeno conocido como “soledad estructural”, en el que las personas se sienten desconectadas de sus comunidades, sin tiempo ni condiciones para sostener redes afectivas duraderas.
Un tema para ponerle el ojo
La soledad ya no puede ser entendida como un simple estado emocional o una experiencia individual pasajera. Hoy sabemos que se trata de un factor de riesgo sistémico, tan perjudicial como fumar o llevar una dieta poco saludable. Su impacto alcanza órganos, sistemas y se filtra incluso en las estadísticas de mortalidad. El cuerpo, al igual que la mente, necesita compañía para mantenerse sano.
Las investigaciones lo confirman: la soledad está vinculada con un incremento considerable en el riesgo de al menos 30 enfermedades, y potencialmente hasta 56, muchas de ellas crónicas, degenerativas o quizás mortales. El aislamiento prolongado activa procesos biológicos como la inflamación, debilita el sistema inmune y multiplica el deterioro físico. No es exagerado decir que la soledad puede ser tan tóxica como una enfermedad no diagnosticada.
Bibliografía