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Soledad: la pandemia silenciosa

Soledad: la pandemia silenciosa

El mundo de la medicina ha tenido que enfrentar grandes retos en materia de salud con la pandemia, y el tema de la soledad y sus efectos en la población se han convertido en otra calamidad que debe afrontar el personal de salud. ¿Cuál es el panorama en consulta, qué aconsejan los especialistas?

Aunque previo a la pandemia ya había indicios de que la soledad generaba serios efectos en la salud mental de las personas, con la llegada del coronavirus hubo un boom que describía sus implicaciones en la estabilidad emocional de quienes se enfrentaban a él.

Si bien es cierto el tema de la psique social ya venía sugiriendo, antes de la pandemia, que la soledad crecía rápidamente en el mundo, ahora se sabe que este padecimiento puede llevar a los pacientes a pagar altos costos en su salud.

También, que la pérdida del contacto con otros enciende los mecanismos fisiológicos del peligro y la amenaza, codificados en los genes; y se ha confirmado que el aislamiento social está fuertemente asociado con la depresión, el suicidio, la ansiedad, el insomnio, el miedo y la percepción de amenazas.

Además, se ha vinculado con la demencia, hipertensión arterial, enfermedades cardíacas, obesidad, diabetes, accidentes cerebro-vasculares, menor resistencia a las infecciones, enfermedades autoinmunes, suicidio, depresión, accidentes domésticos y de tránsito.

Sin embargo, reunir todas estas patologías en un solo análisis para saber cómo manejarlas en consulta, resulta fundamental para enfrentarse a esta otra pandemia.

Por eso, un grupo de investigadores ha conseguido reunir 57 estudios observacionales sobre la soledad en 113 países en un análisis de 19 años (2000-2019), una novedosainvestigación para crear un historial de la salud mental mundial y que complementa lo que ya advirtió la Organización Mundial de la Salud (OMS) en relación con que las medidas de aislamiento social determinaron mayores niveles de soledad, depresión, consumo nocivo de alcohol y drogas, y autolesiones o conductas suicidas, entre otros síntomas de una salud mental peligrosamente deteriorada, lo que se ha empezado a denominar como “la pandemia silenciosa”.

“Se sabe que una de cada 12 personas en el mundo experimenta soledad a un nivel que puede conducir a problemas de salud graves; no obstante, los investigadores nunca han podido medir la magnitud del problema para perfilarlo”, asegura una de las autoras del estudio, la doctora Melody Ding de la Universidad de Sydney (Australia), en entrevista con Science Alert.

La investigación logra un avance como línea base previa a la pandemia con los que puedan perfilar los sentimientos de soledad, principalmente en las generaciones jóvenes.Desafortunadamente, para el caso de los adultos, solo hubo datos suficientes para que este nuevo metanálisis se enfocara en la región europea (…) Comprender la soledad como un problema de salud mundial requiere datos de la mayoría de los países,aunque faltan muchos todavía, apuntan los autores.

Según la investigación, Europa del Este es la más sola, con solo el 2,9% de su población en jóvenes y el 2,7% de adultos de mediana edad. La población mayor de 60 años, por su parte, muestra una tasa de soledad y aislamiento más elevada con un 5,3%. Además, han podido comprobar que estas dos últimas décadas, las primeras de este siglo, los países de Europa del Este han detectado más signos de soledad que cualquier otro lugar de Europa: un 7,5% en adultos jóvenes, un 9,6% de adultos de mediana edad y hasta un 21,3% de los adultos mayores.

Los científicos concluyen que estas considerables brechas de datos nos están dejando ciegos ante un problema común y global que puede tener un impacto en la salud mental y la salud física en todas las edades. De hecho, el aislamiento social y la soledad se han asociado con un aumento en el riesgo de muerte prematura, en una escala equivalente a fumar cigarrillos. Aun así, no está claro qué mecanismo está impulsando esa relación fatal, subrayan.

De igual manera, la ausencia de un seguimiento a lo largo de las décadas hace difícil entender el mensaje de peligro que la Psicología está lanzando en este sentido. El gran reto en salud mental está siendo comparar las cifras actuales a lo largo del tiempo.

SITUACIÓN EN COLOMBIA

En Colombia, por ejemplo, según el DANE, en 15 años el porcentaje de hogares unipersonales pasó de 12% a 18%; además, en 2020 el Gobierno firmó el Conpes de Salud mental con un presupuesto de $1,2 billones para financiar programas de mejora al acceso a atención médica, psicológica y psiquiátrica. Pese a lo cual, en la actualidad, no hay una estrategia diagnóstica gubernamental que delimite qué porcentaje de la población experimenta la soledad como un problema.

“En la práctica, lo que buscamos con el Conpes es acercar la capacidad de respuesta a las regiones y que los médicos, psicólogos y trabajadores sociales en las regiones logren una atención temprana a los pobladores”, asegura Nubia Bautista, subdirectora de Enfermedades no Transmisibles de Ministerio de Salud.

A esto se suma el desafío de educar a los pacientes en este tema, algo que involucra puntualmente a los profesionales de la salud.

En medio de este panorama, voces como la de Juan David López Fernández, psicólogo clínico piden “no patologizar” la soledad y orientar a los pacientes hacia los efectos positivos que esta puede tener. “Cuando logran una introspección, una pausa que la sociedad promueve poco, pero que les permite a los individuos resolver asuntos esenciales como por qué eligieron un oficio o estilo de vida, o por qué les gusta lo que les gusta o se relacionan como se relacionan”. Y propone invitarlos a cuestionarse: ¿cuál es su relación con la soledad?, ¿qué siente cuando esta solo? y ¿qué ideas asocia con la soledad?”.

En el país, también la brecha de género expone mayormente a las mujeres a vivir en soledad (29,9% en 2005 a 40,1% en 2020, según el DANE), afrontando la carga emocional de ser cabeza de hogar y las implicaciones psicológicas que esto acarrea.

Pero este no es el único indicador de soledad que afronta el género femenino en Colombia, lo acompaña el de mujeres viejas, no necesariamente adultas mayores, quienes tienen una baja participación laboral (solo un poco más de la mitad de las mujeres en Colombia en edad de trabajar son económicamente activas; es decir, tienen un empleo o están en busca de trabajo, mientras que la proporción masculina llega al 70%).

“Se trata de otra condición que media en el desarrollo de patologías relacionadas con su salud mental como se revela en el censo del 2018, donde se ejemplifica como la situación de las mujeres en Colombia, tanto en su vida productiva como en su vejez, tiene inmensas consecuencias en diferentes ámbitos de su vida”, asegura en una columna periodística Cecilia López Montaño, economista y exdirectora de Planeación Nacional.

ALGUNOS RETOS DEL PROFESIONAL DE SALUD

Posiciones como la del psicólogo clínico de la Universidad Konrad Lorenz e integrante delColegio Colombiano de Psicología (Colpsic), aseguran que la soledad no enferma y bajo este concepto se trata de estado natural del ser humano.

Solos, en su íntima soledad, la humanidad ha disfrutado de los grandes descubrimientos, hallazgos, en todo orden, desde la filosofía de los griegos en momentos solitarios de reflexión, pasando por las genialidades de Da Vinci él en su neurótico estilo solitario creó esa magnificencia de sus obras, hasta el mismo Einstein quien en momentos de profunda reflexión rasgaba las hojas haciendo sus cálculos y construyendo su espectacular teoría, ejemplifica el profesional.

Asegura que la vida moderna ha hecho confundir la palabra soledad con el vocablo desolación, esta última como expresión de vacío, abandono, depresión. Por consiguiente,la desolación sí enferma. Por naturaleza, el ser humano es un individuo bio-psico-social. Tres componentes de su esencia que luchan diariamente por equilibrarse en un compás acelerado de los retos del mundo actual.

Cuando el individuo pone en concurso diario su cuerpo, su mente y sus habilidades de socialización con otros individuos, se encuentra bombardeado con multitud de retos a cada uno de esos tres elementos. Su salud física, su salud mental, su salud social, se ven amenazados por factores que intentan y, muchas veces, logran desequilibrar uno o más de esos tres factores. De ahí viene una reacción natural, como una voz que clama reacción inmediata de nuestra voluntad para buscar equilibrio. Enfermedades físicas, enfermedades mentales, enfermedades sociales, nos atacan a diario”, explica el psicólogo.

Por eso, hace el llamado a sus colegas y médicos en general, a entender que, si su paciente entra en situaciones que los hacen sentir abandonados, ansiosos, estresados, maltratados, depresivos y despreciados, el cuerpo, especialmente el cerebro, reacciona, somatiza y manda síntomas que, si no se atienden, llevan a enfermedades agudas y crónicas, tanto físicas, como mentales y sociales.

“Por lo tanto, la desolación es un estado de desequilibrio de la esencia del ser humano. Es probable que obedezca a factores reales, pero muchas veces también puede obedecer a factores irracionales. Esa confusión la vivencia la persona que está en estado de desolación. Y raras veces la persona puede salir de ese estado sin echar mano de los otros factores de compensación. Hay solución, pero toca buscarla. No nos llegará como el maná”, concluye.

SOBRE EL ESTUDIO

The BMJ, 09/02/2022 “The prevalence of loneliness across 113 countries: systematic review and meta-analysis”.

Objetivos: Identificar la disponibilidad de datos, las brechas y los patrones para la prevalencia de la soledad a nivel poblacional a nivel mundial, resumir las estimaciones de prevalencia dentro de las regiones de la Organización Mundial de la Salud cuando sea factible a través de un metanálisis y examinar las tendencias temporales de la soledad en los países donde existen datos.

Diseño: Revisión sistemática y metanálisis.

Fuentes de datos: Embase, Medline, PsycINFO y Scopus para literatura revisada por pares, y Google Scholar y Open Gray para literatura gris, complementada con búsqueda de referencias hacia atrás (hasta el 1 de septiembre de 2021).

Criterios de elegibilidad para la selección de estudios: Estudios observacionales basados en muestras representativas a nivel nacional (n≥292), instrumentos validados y datos de prevalencia para 2000-19. Dos investigadores extrajeron los datos de forma independiente y evaluaron el riesgo de sesgo mediante la lista de verificación del Instituto Joanna Briggs. Se realizó un metanálisis de efectos aleatorios en el subconjunto de estudios con métodos de investigación relativamente homogéneos por instrumento de medición, grupo de edad y región de la OMS.

Resultados: Los datos de prevalencia estaban disponibles para 113 países o territorios, según la nomenclatura oficial de la OMS para las regiones, de 57 estudios. Los datos estaban disponibles para adolescentes (12-17 años) en 77 países o territorios, adultos jóvenes (18-29 años) en 30 países, adultos de mediana edad (30-59 años) en 32 países y adultos mayores (≥60 años) en 40 países. Faltaban datos para todos los grupos de edad, excepto los adolescentes fuera de Europa. En general, se incluyeron en los metanálisis 212 estimaciones para 106 países de 24 estudios. La prevalencia combinada de soledad para los adolescentes varió del 9,2% (intervalo de confianza del 95%: 6,8% a 12,4%) en el sudeste asiático al 14,4% (12,2% a 17,1%) en la región del Mediterráneo oriental. Para los adultos, el metanálisis se realizó solo para la región europea y se mostró un patrón geográfico consistente para todos los grupos de edad de adultos. La prevalencia más baja de soledad se observó consistentemente en los países del norte de Europa (2,9%, 1,8% a 4,5% para adultos jóvenes; 2,7%, 2,4% a 3,0% para adultos de mediana edad; y 5,2%, 4,2% a 6,5 % para adultos mayores) y el más alto en los países de Europa del Este (7,5%, 5,% a 9,4% para adultos jóvenes; 9,%, 7,% a 12,0 % para adultos de mediana edad; y 21,3%, 18,7% a 24,2% para adultos mayores).

Conclusión: Niveles problemáticos de soledad son experimentados por una proporción sustancial de la población en muchos países. La diferencia sustancial en la cobertura de datos entre los países de ingresos altos (particularmente Europa) y los países de ingresos bajos y medianos planteó un importante problema de equidad. La evidencia sobre las tendencias temporales de la soledad es insuficiente. Los hallazgos de este metanálisis están limitados por la escasez de datos y la heterogeneidad metodológica. La soledad debe incorporarse a la vigilancia general de la salud con mayor cobertura geográfica y etaria, utilizando herramientas de medición estandarizadas y validadas.

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