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La pandemia incrementó el insomnio

insomnio por Covid-19

El temor, el estrés, el encierro y la falta de recibir la luz del sol hacen que el cerebro se ‘confunda’ e impide lograr un sueño reparador. El corona insomnio se ha convertido en uno de los motivos de mayor consulta en los servicios de salud mental.

Según un estudio realizado en diferentes ciudades de Colombia con 1.300 pacientes, el 75% reportó tener algún problema para dormir, y se pudo establecer que en tiempos de pandemia el insomnio se incrementó el 30%.

“Lo que hicimos fue realizar, de abril a diciembre de 2020, encuestas a los pacientes de la consulta de neurología, en varios departamentos, dado que estábamos practicando también consulta virtual o de telemedicina, y comparáramos esos resultados con datos que teníamos previamente sobre los trastornos del sueño”, explica Isabel Cristina Restrepo Duque, neuróloga clínica, de la ciudad de Medellín, miembro de la Asociación Colombiana de Neurología.

El ‘corona insomnio’ ‒como se ha llamado‒ es también una preocupación para la Organización Mundial de la Salud (OMS), que lo ha incluido como uno de los motivos de mayor consulta en servicios de salud mental, junto con la ansiedad.

Lo que ha sucedido con la pandemia es que todos los factores que pueden afectar el sueño se han incrementado exponencialmente y de ahí el insomnio de muchas personas y las consecuencias posteriores.

“Tuvimos cambios en la rutina de sueño y la alimentación. También en la exposición excesiva a pantallas, lo que influye sobre la producción de melatonina, que es una hormona del sueño que ayuda a que podamos conciliarlo. Y nos volvimos sedentarios, lo que está relacionado con que en la noche no estemos cansados y no podamos dormir bien, además de la falta de exposición a la luz solar que hace que no podamos regular los ciclos de sueño y vigilia”, explica la especialista.

En sus estudios, la doctora Restrepo ha encontrado también un cambio en los patrones de presentación del insomnio, que antes era muy relacionado con los adultos mayores: “Con la pandemia vimos muy afectados a adolescentes y niños; unos porque ya iban a la guardería y ahora estaban en casa todo el tiempo; otros porque con la educación virtual permanecían demasiado tiempo frente a las pantallas o porque sus padres para tenerlos quietos les ponían dibujos animados todo el día, y comenzaron a sufrir de insomnio”.

Así, estamos ante un círculo vicioso, porque derivado de la pandemia por el Covid-19, muchas personas experimentan estrés y ansiedad, tienen problemas económicos, han perdido su empleo, viven temerosas de ser contagiadas por el nuevo coronavirus y sumaron cambios en sus costumbres de manera ‘obligada’, y todo esto afecta su sueño y al no dormir bien, el estrés y la ansiedad crecen.

También, enfermedades como las respiratorias, la insuficiencia cardíaca congestiva, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc), el reflujo gastroesofágico y ciertos trastornos en salud mental pueden acompañarse de insomnio, en cuyo caso la recomendación es mantenerlas bajo control, con una relación médico-paciente de confianza y continua.

A esto se suma que diversos medicamentos, como los antidepresivos o los antihipertensivos, pueden afectar el sueño, al igual que la costumbre de automedicarse, sea analgésicos, antihistamínicos o hasta productos para adelgazar que contienen cafeína y otros estimulantes.

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La importancia del sueño

El sueño es fundamental porque “nos permite recuperar energía; consolidar la memoria y el aprendizaje, y lograr un desarrollo adecuado del cuerpo, tanto física como neuronalmente”, señala el doctor Sergio Francisco Ramírez García, neurólogo, neurofisiólogo y docente de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS). 

Además de evitar que las neuronas se vayan muriendo y se afecten otros procesos, como los cognitivos, interviene en el control de la función hormonal y la regulación y el fortalecimiento del sistema inmunológico. “Ya se ha estudiado que no dormir bien o no tener una adecuada calidad del sueño aumenta el riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular, hipertensión, diabetes, obesidad, problemas pulmonares y, además, son pacientes que más fácilmente desarrollan trastornos afectivos como ansiedad o depresión, y problemas cognitivos y de memoria”, complementa la doctora Isabel Cristina Restrepo Duque, neuróloga clínica. En quienes presentan enfermedades de base como la migraña, el insomnio aumenta la frecuencia y la incapacidad que generan los dolores de cabeza.

Diversos detonantes

Los trastornos o desórdenes del sueño se relacionan con condiciones o situaciones que afectan la necesidad fisiológica de dormir de las personas, y que de no corregirse pueden tener secuelas para la salud física y mental, destaca el doctor Pablo Castillo, especialista en medicina del sueño y neurólogo de la Clínica Mayo, en Jacksonville (Florida, Estados Unidos), quien precisa que “los más comunes son el insomnio, la apnea obstructiva del sueño, el síndrome de piernas inquietas y las parasomnias”.

El insomnio puede ocurrir cuando hay dificultad para conciliar el sueño; para mantenerlo luego de haberse dormido, lo que significa que varias veces una persona se despierta y luego, nuevamente, le es muy difícil volver a quedarse dormida, o suele despertarse muy temprano y no puede volver a dormir, pese a intentarlo.

Vale aclarar que es normal experimentar un insomnio primario en ciertas épocas de la vida: por ejemplo, al perder un empleo o cuando se avecina una entrevista muy importante, pero es pasajero y al conseguir trabajo o pasar la entrevista todo se soluciona. Cuando el problema perdura en el tiempo, dos, tres o cuatro meses, es fundamental buscar ayuda profesional porque puede tratarse de un caso de insomnio crónico; es decir, de una enfermedad que “puede minar la energía y el estado de ánimo, y afectar la salud, el desempeño laboral y la calidad de vida”, precisa el experto de la Clínica Mayo.

Por eso, se recomienda a los pacientes que, si sufren de insomnio, esto es, si no logran conciliar el sueño o al despertar se sienten más cansados que antes de acostarse (sueño no reparador), o presentan somnolencia o cansancio excesivo durante el día y no tienen energía o empiezan con bajo rendimiento laboral o académico, no pueden concentrarse y tienen frecuentes dolores de cabeza, deben consultar con su médico. 

Existen herramientas diagnósticas muy avanzadas que apoyan el diagnóstico. “Si no se hace un tratamiento a tiempo, cada vez se van a adoptar hábitos de sueño más desgastantes y peores para el paciente, y se va a llegar a lo que nosotros más tememos y tratamos de evitar: la automedicación con medicamentos para el sueño que a largo plazo trae muchos inconvenientes”, precisa la doctora Restrepo.

Una higiene adecuada de sueño

Dormir adecuadamente se logra cuando hay una combinación de factores ambientales, biológicos, psicológicos y sociales. Los biológicos tienen que ver con el estado de salud de las personas, su peso, estilo de vida, la presencia o no de enfermedades crónicas, y otros factores.

En tanto, los psicológicos, con la forma de ver la vida, la disciplina, los hábitos y el nivel de estrés o ansiedad que se maneja, y lo social y ambiental, con factores externos, que podemos modificar y que, eventualmente, no nos dejan dormir: exceso de ruido, realizar tareas en el computador u otro dispositivo hasta elevadas horas de la noche o ver televisión en la cama. Señala la doctora Restrepo que hasta un “80-85% de los trastornos de sueño están relacionados con la higiene y la rutina de sueño. En ese sentido, recomienda:

– Tener horarios adecuados para ir a dormir. Tratar de que siempre sea a la misma hora.

– No comer inmediatamente antes de ir a la cama, y evitar bebidas estimulantes como bebidas colas o negras antes de acostarse.

– Si bien hacer ejercicio es muy saludable, es mejor no hacerlo muy tarde o sobre la hora de ir a dormir, porque esto activa el cerebro y lo pone en alerta.

– Evitar la exposición frecuente a dispositivos electrónicos (videojuegos, televisión, celular, tableta) antes de ir a dormir, dado que esto hace que “el cerebro no produzca suficiente melatonina y se afecte el sueño”.

– Asegurarse de contar con un espacio adecuado para dormir, que sea agradable, tranquilo, con poca luz, alejado de ruidos, limpio, y en donde no se reciba mucho frío pero que tampoco sea excesivamente caliente.

¿Cuántas horas?

El insomnio puede afectar seriamente la calidad de vida; por esa razón, en marzo de 2021, al conmemorar el Día Mundial del Sueño, se escogió como lema “Sueño regular, futuro saludable” y la Sociedad Mundial del Sueño hizo un llamado a los profesionales de la salud, cuidadores y formadores, para que contribuyan en la concientización de la población sobre la necesidad de un descanso adecuado.

Si bien no hay una fórmula mágica sobre cuánto dormir para lograr ese aporte en la salud física y mental, tener energías y poder estar activo en el día, ya que esto varía de persona a persona, vale decir, unos pueden dormir menos horas y sentirse muy bien, relajados y descansados al otro día, mientras otras personas solo se ‘activan’ cuando duermen más de 10 horas u otras requieren cinco, es clave tener en cuenta algunos estudios y recomendaciones:  Para el doctor Ramírez García, “en los recién nacidos; por ejemplo, es indispensable que duerman entre 16 y 18 horas al día debido a que en ese espacio desarrollan sus funciones cognitivas y físicas. Los niños en edad escolar, por su parte, deben reposar entre 10 y 12 horas, mientras que los adolescentes y adultos, alrededor de 9 y 8 horas diarias, respectivamente”. En su concepto, la duración, continuidad y profundidad del sueño son aspectos esenciales para el descanso adecuado y el sueño reparador.

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