Seguramente, más de una vez ha sentido que salir al parque, arreglar el jardín o admirar cualquier paisaje lo tranquiliza y recarga de energía. Esto sucede porque los espacios verdes mejoran el estado emocional. Aquí están las ventajas de vivir en ciudades en las que la naturaleza está presente.
Para nadie es un secreto que los largos períodos de confinamiento que ha vivido la humanidad durante el último año han disparado el diagnóstico de enfermedades mentales como la depresión, ansiedad y angustia psicológica, entre otras. En medio de lo que los psiquiatras han llamado ‘La otra pandemia’, muchos profesionales recurren a tratamientos con medicinas y ansiolíticos que puedan controlar, al menos en parte, estos padecimientos.
Sin embargo, también hay quienes prefieren terapias más naturales que contribuyen y resultan ser un aporte contundente y agradable para las personas. Así lo registran estudios recientes publicados en la Revista Internacional de Investigación Ambiental y Salud Pública, donde se muestra que los espacios verdes pueden desempeñar un papel importante en la protección de la salud mental y lograr beneficios significativos para cualquier persona.
Y no es que sea necesario vivir en el campo ni pasar las 24 horas del día en contacto con la naturaleza; por el contrario, podemos estar en zonas abiertas de las ciudades donde haya algo de vegetación, como parques urbanos, jardines y hasta ver y disfrutar los árboles que hay en cualquier calle. Esto lo advertimos, porque más de la mitad de la población mundial hoy vive en zonas urbanas, y en Colombia; por ejemplo, en 2019 el 77% de las personas ya se había radicado en distintas ciudades del país. Así que, sin importar dónde estemos ubicados, es posible buscar esa conexión con el verde que tanto bien puede ofrecernos.
“La naturaleza nos hace mejores personas, nos hace sentir bienestar, nos vuelve más amables. A los seres humanos nos cambia el funcionamiento del cuerpo con solo ver un paisaje natural, incluso sin estar dentro de él, como a través de una ventana, nuestra presión arterial empieza a bajar. Además, nuestro sistema nervioso pasa del simpático al parasimpático; es decir, cambiamos la sensación de estrés con la que vivimos la mayor parte del tiempo, por la posibilidad de cuidarnos con otros seres, de hacer amigos… y eso sucede solamente al estar expuestos a un poco de verde”. Así lo explica la conferencista y ambientalista Carolina Urrutia.
Mente sana en cuerpo sano
Aunque a veces lo olvidamos, debido a las tensiones diarias, los seres humanos llevamos una necesidad inherente de conectarnos con la naturaleza y con otras formas de vida. Ese contacto ayuda a reducir sensaciones de estrés, restablece la capacidad de concentración y de prestar atención, así como sube los niveles de autoestima.
Justo en estos momentos, cuando ya se presume que a causa de la pandemia por el Covid-19 los niños y jóvenes están entre los más afectados en su estabilidad mental, algunos estudios del Instituto de Salud Global de Barcelona durante 2020 concluyen que “la exposición a espacios verdes es especialmente beneficiosa para la población infantil. Pasar tiempo en contacto con la naturaleza ofrece oportunidades para el juego ‘no organizado’, estimula el impulso de explorar, desarrolla habilidades como correr, trepar y usar la imaginación. Este contacto ayuda al desarrollo infantil, a su salud mental y a la de adolescentes y adultos jóvenes”.
Y en el caso de las personas mayores, los espacios verdes en el barrio en el que viven incentivan su deseo de hacer caminatas diarias y de relacionarse con los demás, así sea de lejos y solo a través del saludo. Esa mezcla entre naturaleza, actividad física e interacción social beneficia la salud mental y disminuye el riesgo de sufrir depresión en la población que está entre los 54 y los 91 años.
Cita con el verde
Optimizar la salud mental a través de los ambientes verdes es una tendencia mundial avalada por profesionales de la salud y ecólogos, pero también por instituciones educativas como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Esta institución de enseñanza superior ‒en su sede de Chicago‒ elaboró un informe difundido a través de un programa radial con algunas sugerencias puntuales que explicó la coordinadora de Asuntos Académicos, Eréndira Sánchez: “La OMS define la salud como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de enfermedades; por eso es un concepto integral”. Sánchez compartió las siguientes prácticas que cualquier persona puede llevar a cabo:
- Terapia Baños de bosque: desarrollada por médicos japoneses, consiste en sumergirse en la naturaleza mediante el uso de los sentidos. Esto significa ser conscientes de lo que escuchamos, como el canto de un pájaro; de lo que vemos, como la belleza de una flor; de lo que sentimos, como el contacto con el viento, etc. Si se hace de manera profunda y enfocada, puede durar solo 5 o 10 minutos y será muy efectiva.
- Tener un proyecto de jardinería: Lo ideal es que funcione en un espacio abierto, así sea pequeño. Sembrar plantas en el lugar que habitamos, cuidarlas, verlas crecer y florecer ayuda a reducir los niveles de estrés y produce sensación de bienestar y gratitud.
- Hacer un picnic con familiares o amigos: Los momentos en que se comparte comida y se liberan tensiones en un parque o en otros espacios verdes, relajan y calman el sistema nervioso, lo que disminuye la activación de las hormonas que generan estrés.
- Salidas diarias: Sin interesar la actividad que se vaya a realizar, hay que dedicar un tiempo cada día en la agenda para recargarse de verde. Puede ser una caminata, observar el atardecer, tomar aire fresco, hacer un pequeño trote o cualquier actividad que brinde bienestar, mente clara, restauración emocional y refugio ante el exceso de información que recibimos a diario.
Ciudades saludables: 5 pautas
Aunque parezca que salir a caminar a un parque es una decisión personal, o que practicando cualquiera de los ejercicios sugeridos mejoramos nuestro bienestar mental individual, este tema va más allá. Tiene que ver con que, a más lugares verdes en las ciudades, más saludable puede llegar a ser la vida de sus habitantes. En este punto el tema se convierte en una cuestión pública, porque depende de la manera como se planifiquen los espacios urbanos: que sean lugares para vivir, pero también para estar sanos.
Para la muestra, un ejemplo citado por la ambientalista Carolina Urrutia: “Estar en ambientes verdes causa impacto psicológico en las personas. Es muy interesante ver este fenómeno, como es el caso de Londres, donde las farmacias están planeadas alrededor de barrios y casi que a un sector le corresponde la suya. Allí, en aquellas áreas donde hay más verde casual, como parques y árboles, las personas compran menos medicamentos para diagnósticos psicológicos como ansiedad y depresión. En los vecindarios donde hay más verde parece que hay menos gente ansiosa y deprimida”.
Más de la mitad de la población mundial hoy vive en zonas urbanas, y en Colombia; por ejemplo, en 2019 el 77% de las personas ya se había radicado en distintas ciudades del país.
Un grupo de investigadores del ISGlobal sugiere algunas claves que harían de varias capitales del mundo sitios más amables con las personas que las habitan:
- Crear espacios naturales que brindan más energía, longevidad, positivismo, una mente más tranquila y enfocada, desarrollo cognitivo, cambios estructurales benéficos en el cerebro, reducen alergias, problemas respiratorios, presión arterial y enfermedades cardíacas.
- Priorizar el transporte en bicicleta y a pie con el fin de promover el deporte al aire libre y la interacción con la naturaleza, lo que redunda en relajación y bienestar mental.
- Controlar la contaminación auditiva y el ruido en general, pues causan alteraciones del sueño, la conducta y se materializan en ansiedad y estrés.
- Cuidar la contaminación del aire porque afecta el cerebro, en particular, el de los niños, y obstaculiza su desarrollo cognitivo para ‒en un futuro‒ tener predisposición a trastornos mentales.
- Evitar las islas de calor, o zonas urbanas con exceso de pavimento y escasez de vegetación, que provocan aumentos en la temperatura de las ciudades entre 2 y 10 grados. Esto genera mortalidad por causas respiratorias y cardiovasculares.