Nuevo estudio indica que luego de un infarto aumenta el riesgo de enfermedades cardíacas y renales e incluso de trastornos de salud mental. La información, los cuidados y los tratamientos individualizados son clave.
Si bien, la atención oportuna e inmediata y los avances médicos y terapéuticos permiten que siete de cada 10 personas, en promedio, sobrevivan a un infarto, a largo plazo estos pacientes tienen mayor riesgo de complicaciones, no solo para su corazón.
Diversos estudios han encontrado esa relación de vulnerabilidad. El más reciente de ellos, realizado por investigadores de la Universidad de Leeds, en la ciudad de Leeds (West Yorkshire, Inglaterra), analizó más de 145 millones de informes médicos de adultos hospitalizados que ingresaron al Sistema Nacional de Salud del Reino Unido entre el primero de enero de 2008 y el 31 de enero de 2017 (de un total de 34 millones de personas), lo que lo convierte en el registro más completo sobre el tema a la fecha.
Insuficiencia cardíaca, fibrilación auricular, accidentes cerebrovasculares, enfermedad arterial periférica, sangrado severo, insuficiencia renal, diabetes tipo 2 y depresión son algunas de las problemáticas que más frecuentemente se encontraron en quienes sufrieron antes un infarto, en comparación con quienes nunca lo habían presentado.
El estudio, que contó con el respaldo de la Fundación Británica para el Corazón y la Fundación Wellcome, determinó que una tercera parte de los sobrevivientes desarrollaron otra falla en su corazón o un problema en sus riñones, incluso a un ritmo mayor que otras personas. Asimismo, el 38% murió por otra causa diferente a problemas del corazón, en el mismo periodo de la investigación.
En relación con la situación socioeconómica de las personas se pudo establecer que quienes tienen recursos más limitados fueron más propensos a sufrir de problemas serios, sobre todo insuficiencia cardíaca y renal, y quizás morir después de haber sufrido un primer ataque cardíaco, en lo que respecta a las personas que viven con mejores condiciones económicas.
Planes individuales
Para la doctora Marlous Hall, profesora asociada de epidemiologia cardiovascular de la Escuela de Medicina y del Instituto de Investigación en Multimorbilidad para el Análisis de Datos de la Universidad de Leeds (LIDA, por su sigla en inglés), líder de la investigación, “la comunicación efectiva y asertiva sobre las posibles consecuencias a largo plazo de los ataques cardíacos, promover cambios positivos en el estilo de vida y animar a los pacientes a mantenerse en los tratamientos suministrados por los especialistas pueden ayudarles a entender mejor su problema médico y a mejorar su calidad de vida”.
Asimismo, el profesor Bryan Williams, director científico y oficial médico de la Fundación Británica para el Corazón destacó que es fundamental tener recursos, personal, equipos e infraestructura con el fin de poder proporcionar el cuidado necesario que estos pacientes requieren para mantener lo mejor posible su salud.
Considera determinante que se haga un monitoreo constante de quienes han sobrevivido a un episodio de esta clase, por cuanto puede haber dejado un daño irreparable en sus corazones.
Una realidad que se vive no solo en el Reino Unido, en donde según el doctor Hall, “hay alrededor de 1,4 millones de sobrevivientes de ataques cardíacos que corren un alto riesgo de desarrollar más condiciones de salud graves”, sino en el mundo, dado el impacto de las enfermedades cardiovasculares, primera causa de muerte global, en Europa, en Asia y en las Américas.
Estas, “no solo causan una enorme grieta al sistema de salud, sino que los pacientes se exponen a morir o a que sus capacidades físicas y emocionales normales se reduzcan luego de un infarto”, ha señalado el doctor Jaime Rodríguez Plazas, presidente de la Sociedad Colombiana de Cardiología y Cirugía Cardiovascular.
Preocupa que lejos de disminuir las cifras, hoy se vean muchos más infartos en jóvenes, un aumento que “en algunos casos se debe a condiciones genéticas, pero en la mayoría son provocados por factores externos como hábitos poco saludables, mala alimentación y un estilo de vida sedentario, que generalmente inicia desde la niñez y que se ha acentuado en la última década”, explica el doctor Giovanni de la Cruz, jefe de Medicina Cardiovascular de la Clínica del Country.
Escuche su corazón
La invitación de los expertos de la Universidad de Leeds y de otros especialistas en salud es tomar conciencia de esta realidad, entender la gravedad de la situación y atender las indicaciones de los médicos para mejorar la salud del corazón.
Al respecto, la Leslie Cho, cardióloga intervencionista, de la Cleveland Clinic, recomienda revisar cómo está su salud y la de su corazón, con mayor razón si ya tuvo un infarto. Se trata de hacerse un check up médico que permita despejar cualquier duda, lo que resulta aún más importante si se tiene en cuenta que “enfermedades crónicas como las cardíacas, no siempre vienen acompañadas de síntomas visibles, y que es indispensable conocer los niveles de presión arterial, azúcar en la sangre, colesterol, frecuencia cardíaca y los hábitos de salud (si fuma, bebe, consume drogas, es sedentario y otros datos que desempeñan un papel decisivo en la salud del corazón”.
Solo con un manejo adecuado de una problemática tan seria como la hipertensión se podría prevenir en los próximos 25 años, 76 millones de fallecimientos, 120 millones de accidentes cerebrovasculares y 79 millones de infartos de miocardio, indica la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Este manejo óptimo incluye no solo medicinas, sino programas que reduzcan la incidencia de los diversos factores de riesgo comportamentales y ambientales, entre los que están el consumo de tabaco, las dietas malsanas, la obesidad, el sedentarismo, el consumo nocivo del alcohol, el manejo inadecuado del estrés y la no adherencia a los tratamientos, precisan los investigadores.
Los resultados de salud
La investigación de los científicos de la Universidad de Leeds demostró que hay un riesgo significativamente mayor de desarrollar muchas enfermedades después de un ataque cardíaco en comparación con el grupo de pacientes de control. Algunas de ellas fueron:
- Insuficiencia cardíaca, el 29,6% del grupo de estudio en comparación con un 9,8% de quienes no habían tenido un infarto.
- Insuficiencia renal en el 27,2% de pacientes previamente infartados frente a un 19,8% del grupo de control.
- Fibrilación auricular en el 22,3% frente a 16,8%.
- Hospitalizaciones por complicaciones en la diabetes, el 17% frente a un 14,3%.
- Enfermedad arterial periférica, el 6,5% frente al 4,06%.
- Depresión en un 8,9% de pacientes que habían sobrevivido a un infarto, en especial en las mujeres.
- Sangrado severo se presentó en el 18,4%.
- Accidente cerebrovascular, afectó a el 11,6%.
Cifras claras
Según la OMS, las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en el mundo y tienen entre sus principales factores de riesgo la hipertensión arterial, que afecta a uno de cada tres adultos; la diabetes, la obesidad, el tabaquismo y las hiperlipidemias.
El informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sobre indicadores globales de salud señala que los ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y otras enfermedades circulatorias causaron más de una de cada cuatro muertes en 2021.
Entre los países con mayor número de muertes por infarto estaban Lituania, Hungría, México, Eslovaquia, República Checa, Bulgaria, Croacia, Turquía, Polonia y Perú, lo que refleja que se trata de una problemática universal y de grandes dimensiones, que impactan la salud y la economía de los países.