La comida procesada contiene una alta concentración de sal, según información de la Organización Mundial de la Salud, en América cada persona ingiere entre 8,5 y 15 gramos de sal al día.
Las evidencias de estudios médicos han demostrado que consumir menos de 5 g de sal (menos de 2 g de sodio) puede reducir la presión arterial y el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidente cerebrovascular y cardiopatía coronaria. Por ende, la recomendación de ingesta diaria de sal es de menos de cinco gramos, pero según los datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el promedio de ese consumo individual en América supera hasta tres veces el recomendado para prevenir enfermedades, dicho consumo oscila entre los 8,5 y los 15 gramos.
La principal causa de muerte en el continente americano, esta relacionada con una presión arterial alta, una condición que padecen entre el 20% y 35% de los adultos en la región. Las muertes anuales atribuidas a la hipertensión ascienden a 9,4 millones.
La OPS enfatizó que el consumo de sal no solo propicia la muerte, sino que incide en los esfuerzos de desarrollo de los países. Detalló que los costos directos e indirectos de la hipertensión representan entre 5% y 15% del Producto Interno Bruto de las economías de renta alta, y entre 2,5% y 8,0% de las de América Latina y el Caribe. Por lo tanto, implementar la reducción de consumo de sal puede salvar vidas y rescatar la economía.
Las dietas basadas en el consumo de elevadas cantidades de sal y grasas trans incrementan el riesgo de sufrir un ataque al corazón un 21 % y el de muerte un 28 %.
Precisamente, para hacer frente a este hábito de consumo, la OPS presentó sus nuevas metas regionales para la reducción del consumo de sal en la dieta de la población, que requieren cooperación no solo de los gobiernos, sino de todos los sectores de la sociedad, especialmente de las empresas de producción de alimentos.
Estos lineamientos se enfocan en:
- Vigilancia: medir y monitorear el consumo de sal.
- Participación de la industria: promover la reformulación de alimentos y comidas para que contengan menos sal.
- Adopción de normas para el etiquetado y la comercialización: establecer normas para el etiquetado preciso y eficaz, y la comercialización de los alimentos.
- Conocimiento: educar y comunicar a fin de empoderar a las personas para que consuman menos sal.
- Entorno: apoyar entornos que promuevan la alimentación sana
Con este plan de acción se espera que para el 2025 se evidencien cambios sustantivos.