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Moda sí, contaminación no

moda sí, contaminación no.

¿Ha sentido el impulso de comprar ropa que no necesita? Cuando esto le pase, piense en los 92 millones de toneladas de desechos que produce la industria de la moda cada año. Si lo hace, quizás se anime a reciclar, donar lo que le sobra o buscar diseños en materiales biodegradables… el planeta se lo agradecerá.

Las reflexiones ambientales no escapan a la industria de la moda y cada vez más personas se preguntan, por ejemplo, qué pasa con los millones de prendas producidas minuto a minuto en el mundo. El interés por saberlo ha develado cifras escandalosas que dejan ver la contaminación y el desastre que las fábricas textiles y los consumidores compulsivos promueven cada día.

Basta con saber que, para producir fibras como el poliéster, el spandex o el nailon, se necesitan 70 millones de barriles de petróleo cada año; que una pieza de ropa hecha en estos materiales se demora hasta 200 años en descomponerse; o que el 85% de toda la contaminación microplástica de los mares se deriva del lavado en casa de prendas sintéticas. Y si pensamos en que cuando usamos unos jeans, también llevamos puestos 7.700 litros de agua que se gastaron en el tratamiento de su tela, el impacto es mayor.

“Estamos en números rojos. Ya no podemos sacarle al planeta más materia prima porque no tiene capacidad de regeneración ni de recuperarse. Entonces, abogamos porque la industria textil se convierta en una moda sostenible, porque sus procesos poco a poco vayan siendo más razonables, para que podamos cederles a nuestros hijos un planeta en el cual habitar y del cual estén orgullosos”. Así resume el pensamiento una de los activistas vinculadas a la industria textil, la española Paloma García, fundadora de The Circular Project, un espacio multimarca especializado en moda sostenible.

Si bien la idea es usar las prendas hasta que tengan vida útil, otros pueden beneficiarse de las que están en buen estado.

Como ella, hay miles de fabricantes, diseñadores, operarios y clientes que trabajan a diario por darle un giro a este problema y pasar de contaminantes a generadores de soluciones. No se trata de cerrar empresas ni dejar a la gente sin trabajo, sino de transformar la industria textil y los hábitos de consumo. Incluso, hay quienes se preparan para proponer políticas públicas que reglamenten el tratamiento adecuado de residuos de telas y normas que incentiven el reciclaje.

Estrenar y botar

Los números no mienten y están entre los principales motivadores para concientizar a los grandes empresarios de la moda. Ellos, además de acelerar el deterioro del medio ambiente, incrementan sus ganancias de manera desaforada contratando mano de obra a muy bajos costos en países emergentes como Bangladesh, Taiwán, y Vietnam. La ropa que ofrecen forma parte de la tendencia ‘moda rápida’, cuyas prendas, casi desechables y de baja calidad y precio, están hechas para renovarse cada dos semanas y, cuando dejan de usarse, no se reciclan.

De hecho, en los Estados Unidos una persona –en promedio– bota a la basura 35 kilos de ropa cada año y, como muestra el informe de la Fundación Ellen MacArthur, “Una nueva economía de los textiles: rediseñar el futuro de la moda”, hoy en Europa una prenda se usa hasta 95 veces antes de ir a la basura, esto es, un 36% menos que hace 15 años. Pero en China la misma pieza solo se emplea en 62 ocasiones y en los Estados Unidos, en 34. Si el número de veces que nos ponemos una camisa fuera el doble, las emisiones de gases de efecto invernadero de esta industria se reducirían en un 44%.

Por esa razón, hay una necesidad inmediata de diseñar de manera diferente, para que la ropa dure más tiempo y se reúse tanto como sea posible. En Colombia, varias marcas han asumido esta filosofía de producción, implementando prácticas sostenibles desde lo ambiental y lo social para reducir el impacto negativo en el planeta, generar bienestar y ofrecer un valor agregado a los consumidores.

Camilo Jaramillo, CEO y cofundador de una de estas empresas nacionales, Fokus Green, cuenta cómo operan: “Desarrollamos productos y alternativas amigables con el medio ambiente, a partir de una mezcla de materia prima reutilizada, que se compone de algodón recuperado, proveniente de desechos de la industria, y poliéster reciclado de botellas de plástico obtenidas del océano, lo que nos permite ahorrar hasta 2.500 litros de agua por producto, libre de químicos, pesticidas y tinturas”.

¿Qué puede hacer usted?

Para contribuir en parte a detener la catástrofe ambiental causada por el descontrol en la producción y el avance de la moda, basta con cambiar ciertas rutinas y convertirlas en hábitos que suman día a día.

  • Arreglar la ropa: antes de pensar en botarla y comprar una nueva prenda, analice si puede restaurarla para darle un tiempo más de vida. De paso, puede brindarle trabajo a la costurera del barrio.
  • Lavar con agua fría y lavadora llena: los lavados en frío consumen un 90% menos de energía y la carga completa ahorra agua y electricidad.
  • Descartar plancha y secadora: para reducir al máximo las emisiones de CO2, ahorrar dinero y conservar la calidad de la ropa, hay que evitar el uso de estos dos electrodomésticos.
  • Comprar menos: hoy compramos 10 prendas por cada 2 que adquirían nuestras abuelas. Recuerde que hasta la camiseta más ecológica implica un impacto ambiental.
  • Donar a quien lo necesite: si bien la idea es usar las prendas hasta que tengan vida útil, es posible que otros puedan beneficiarse de su ropa en buen estado. Prefiera eso antes que botarla a la basura, pues pasará más de dos siglos en su proceso de descomposición.
  • Pedir marcas sostenibles: aún falta oferta suficiente de ropa biodegradable y el costo puede ser más elevado que el de las marcas tradicionales. Sin embargo, como sucedió con la comida orgánica, el desarrollo de la industria llegará a ser rentable y hay que apoyarlo. Además, las fábricas sustentables garantizan el trato justo a los operarios que les colaboran.

De segunda mano

Una de las premisas más revaluadas en todo este contexto tiene que ver con que la ropa nueva es imprescindible. Hace unos años, quienes compraban prendas usadas lo hacían a escondidas, en tiendas de barrios marginales y, según el qué dirán, por motivos de escasez económica. “Hay que descartar los prejuicios de la gente con respecto al uso de la ropa de segunda: que es fea, que ponérsela produce asco, que está pasada de moda, que pudo haber sido de un muerto y tiene mala vibra… eso lo demostré el día en que empecé a recrear atuendos de famosas, pero con ropa usada y un presupuesto muy bajo, fue todo un éxito”. Así lo cuenta en sus conferencias para jóvenes la ambientalista costarricense Wendy Soto, creadora del emprendimiento The Devil Wears Sinaí.

De hecho, adquirir hoy ropa vintage –clásica– está de moda y le llega como anillo al dedo al auge del reciclaje y la tendencia ‘eco’ que se impone. Está demostrado que es posible vestirse bien, ahorrar dinero, lucir moderno y contribuir con el planeta solo con prendas que otros desecharon.

Una opción adicional es el alquiler, pues es un negocio en expansión y ha consolidado una variada oferta, en especial para la ropa que se usa una sola vez o la que no se necesitará en el futuro, como las prendas para el embarazo, los vestidos de fiesta o los ajuares de bebé. Hay aplicaciones y páginas web especializadas que, además, tienen modelos de grandes casas de diseño, en promociones y en perfecto estado.

Y para quienes buscan reducir el consumo pero también quieren renovar su armario, el método del intercambio toma fuerza cada día. En una iniciativa que se maneja en línea mediante portales que inscriben a los interesados, publican sus piezas –desde zapatos hasta prendas comunes y accesorios– y se encargan de servir como intermediarios en el intercambio. Es un modo ecológico y económico de ‘estrenar’, que también es posible practicar con amigos.

Adquirir hoy ropa vintage está de moda. Está demostrado que es posible vestirse bien, ahorrar dinero, y contribuir con el planeta solo con prendas que otros desecharon.

Sea cual sea su elección, lo importante es tomar conciencia, enterarse de las tendencias ambientales que se imponen y vincularse, de manera práctica, con alguna de las campañas. La satisfacción personal será inmediata y, aunque los resultados se vean a mediano y largo plazo, el día para comenzar puede ser hoy.

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