Un informe revela la existencia de “zonas de sacrificio” medioambientales, lugares cuyos residentes sufren consecuencias para su salud y ven violado su derecho a la vida a causa de la polución y zonas altamente contaminadas.
En el informe “Derecho a un medio ambiente limpio, saludable y sostenible: el medio ambiente no tóxico” (The right to a clean, healthy and sustainable environment: non-toxic environment) publicado por David R. Boyd, un relator de derechos humanos relacionadas con el disfrute de un medio saludable, en la Organización de Naciones Unidas (ONU), asegura que la intoxicación de la Tierra se intensifica debido a la contaminación y las sustancias tóxicas. Boyd afirmó que esta contaminación causa al menos nueve millones de muertes prematuras, el doble del número de muertes causadas por la pandemia en sus primeros 18 meses. De hecho, explicó que una de cada seis muertes en el mundo está relacionada con enfermedades causadas por la contaminación, cifra que triplica la suma de las muertes por sida, malaria y tuberculosis y multiplica por 15 las muertes ocasionadas por las guerras, los asesinatos y otras formas de violencia.
De acuerdo con este informe, la exposición a sustancias tóxicas aumenta el riesgo de muerte prematura, intoxicación aguda, cáncer, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, enfermedades respiratorias, efectos adversos en los sistemas inmunológico, endocrino y reproductivo, anomalías congénitas y secuelas en el desarrollo neurológico de por vida. También se señaló que una cuarta parte de la carga mundial de morbilidad se atribuye a factores de riesgo ambientales evitables.
Sustancias eternas
El informe detalla que aunque hay algunas sustancias que se han prohibido, la producción, el uso y el desecho de productos químicos peligrosos sigue aumentando dado que cada año se emiten cientos de millones de toneladas de sustancias tóxicas al aire, el agua y el suelo.
La producción de sustancias químicas se duplicó entre 2000 y 2017, y se espera que se duplique de nuevo para 2030 y se triplique para 2050. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el resultado de este crecimiento aumentará la exposición a los riesgos y empeorará las repercusiones para la salud y el impacto ambiental.
Por ejemplo, el plomo se sigue utilizando de forma generalizada a pesar de que se conoce desde hace tiempo su toxicidad y sus consecuencias para el desarrollo neurológico en la infancia.
Entre los motivos de preocupación resaltan las sustancias químicas eternas (forever chemicals) debido a su persistencia en el medio ambiente, tales como las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, los alteradores endocrinos, los microplásticos, los plaguicidas neonicotinoides, los hidrocarburos aromáticos policíclicos, los residuos farmacéuticos y las nanopartículas.
Las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas están presentes en aplicaciones industriales y de consumo, estas son tóxicas y bioacumulativas, pues se acumulan en los tejidos de los organismos vivos y aumentan su concentración según ascienden en la cadena alimentaria. Según este informe afirma, prácticamente todas las personas de los países industrializados tienen sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas en su organismo y la exposición a estos productos se ha asociado a lesiones hepáticas, hipertensión, disminución de la respuesta inmunitaria, disminución de la fertilidad, menor peso al nacer y cáncer testicular y de riñón.
En la Unión Europea, los costos derivados de las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, dada su afección a la salud oscilan entre los 52.000 y los 84.000 millones de euros anuales, mientras que los costos de tratamiento y recuperación del suelo y las aguas contaminadas van de los 10.000 a los 170.000 millones de euros.
Otras formas de contaminación proceden de la extracción, el procesamiento, la distribución y la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), la agricultura industrial (contamina el aire, el agua, el suelo y la cadena alimentaria con plaguicidas, herbicidas, fertilizantes sintéticos), la minería y la fundición, la industria manufacturera, el sector textil, la construcción y el transporte.
Por lo tanto, para Boyd, iniciando por las empresas, se debería actuar en materia de derechos humanos y medio ambiente para respetar los derechos humanos.