Un estudio de la Clínica Mayo indica que la prueba, mejorada mediante inteligencia artificial permite establecer el resultado de manera rápida, previniendo posibles contagios causados por pacientes asintomáticos.
Una investigación realizada por la Clínica Mayo de Estados Unidos estableció que la infección por SARS-CoV-2, el virus causante del COVID-19, provoca sutiles cambios eléctricos en el corazón, que pueden ser detectados mediante un electrocardiograma (ECG) mejorado por inteligencia artificial (IA) y servir como una prueba rápida y confiable para descartar la enfermedad.
De acuerdo con el estudio publicado en Mayo Clinic Proceedings, el ECG optimizado por IA, detectó la infección con un valor predictivo positivo (personas infectadas) del 37 % y un valor predictivo negativo (personas no infectadas) del 91 %. Cuando se añadieron sujetos normales de control para reflejar una prevalencia de la enfermedad del 5 %, similar a la población real del mundo, el valor predictivo negativo subió a 99,2 %.
Los hallazgos encontrados en el trabajo liderado por los expertos Paul Friedman, Suraj Kapa y Zachi Attia contribuyen a reducir el riesgo de contagio, debido a aquellos pacientes asintomáticos que pueden poner en riesgo a otras personas. Igualmente, tiene un efecto en materia de recursos clínicos, debido a los tiempos que se toma la obtención de un resultado y al acceso mismo a las pruebas, que también puede ser un problema.
De acuerdo con Friedman, “de validarse prospectivamente con electrodos en un teléfono inteligente, el diagnóstico de la infección por COVID será aún más sencillo y esto resalta lo que se podría hacer con colaboraciones internacionales”.
Resultados consistentes
Un consorcio mundial de voluntarios de distintas razas, que abarcó cuatro continentes y 14 países, aportó la información necesaria para este estudio.
Pacientes con datos electrocardiográficos, obtenidos alrededor de la confirmación de diagnóstico de la enfermedad, por medio de una prueba genética para el virus SARS-Co-V-2, fueron seleccionados para la investigación. Esta información se cotejó con sujetos de control con datos electrocardiográficos similares, que eran pacientes no infectados.
En total se usaron más de 26.000 electrocardiogramas para entrenar a la IA, junto con otros 4.000, aproximadamente, con el fin de validar las lecturas. La IA fue probada en 7.870 electrocardiogramas que no se habían utilizado previamente. En cada grupo, la prevalencia del COVID-19 fue cercana al 33 %.
Para asimilar el resultado de manera exacta a la población mundial se agregaron más de 50.000 electrocardiogramas normales para llegar a una tasa de prevalencia de la enfermedad del 5 %. Tras este ejercicio, el valor predictivo negativo de la IA aumento del 91 % al 99,2 %.
En opinión del doctor Kapa, “las lecciones de este grupo mundial de trabajo mostraron lo que es factible. La necesidad impulsó a los miembros de la industria y la educación a colaborar para juntos resolver dudas complejas respecto a cómo reunir y transferir los datos de varios centros con sistemas propios de ECG, expedientes médicos electrónico y acceso variable a sus datos”.
Pruebas en personas asintomáticas
Attia, otro de los autores del estudio, indica que la exactitud es uno de los mayores obstáculos para determinar el valor de cualquier prueba para la COVID-19. En su opinión, no solamente se hace necesario conocer la sensibilidad y la especificidad de la prueba, sino también la prevalencia de la enfermedad.
“Fue fundamental añadir los datos electrocardiográficos del grupo adicional de control para demostrar cómo afectaría sobre el rendimiento de la prueba una prevalencia variable de la enfermedad, como la observada en regiones con tasas ampliamente diferentes de la afección en las distintas etapas de la pandemia”, aseguró.
Por su parte, Friedman indicó que el estudio demostró que en el ECG hay una señal biológica que coincide con la infección de la COVID-19, pero incluyó muchos pacientes enfermos.
“Pese a ser una señal esperanzadora es necesario probar esto de forma prospectiva en gente asintomática, mediante electrodos basados en un teléfono inteligente, a fin de confirmar la practicidad de su aplicación en la guerra contra la pandemia. Al momento, están en curso estudios para resolver esta duda”, concluyó.