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Ser feliz o infeliz… no es cuestión de redes sociales

ser feliz o infeliz no es cuestión de redes sociales

¿Cuántas veces ha visto fotos de sus amigos de Instagram o Facebook en el restaurante, la ciudad o la casa de sus sueños, y ha pensado que ellos sí son felices y usted no? ¡Cuidado!, lo que muestran las redes sociales no siempre es verdad. La felicidad es mucho más que una supuesta vida perfecta.

Seguramente, muchas veces hemos tratado de definir la felicidad o, lo que es más común, de buscarla en una pareja, bienes materiales, viajes o en el éxito profesional. Intentamos, casi siempre sin lograrlo, estar alegres, evitar problemas y escapar de las situaciones que generan sentimientos negativos. Es más, hay quienes sueñan con encontrar en algún libro, en internet o quizás en los consejos de su terapeuta la receta mágica de la felicidad.

En esa búsqueda, las redes sociales se han convertido en un nicho que suele mostrar esas ‘vidas perfectas’ que muchos quisieran tener. Desde cuando existe la costumbre de postear lo que hacemos mediante frases, fotos y videos, pareciera como si ese contenido representara el ideal de felicidad.

Pero nada más lejano de la realidad. “Hay de todo. Gente que muestra la verdad, otra que sube cosas irreales, incluso la mayoría dejan ver la verdad a medias. Mostramos lo bonitos que somos, lo simpáticos y sonrientes que salimos en una foto, pero esas imágenes solo reproducen una realidad parcial, porque el día tiene 24 horas y es imposible estar bien todo el tiempo”, explica la psicóloga Yolanda Pérez.

Es como si a través de esas plataformas nos vendieran una perfección que no existe: el cuerpo ideal, el mejor padre o madre, el deportista consumado, la piel más sana, el filántropo y todo tipo de modelos por seguir. Sin embargo, estas imágenes terminan creando una falsa idea de felicidad y convirtiéndose en una obsesión que presiona a los usuarios a fingir lo que no son. Y lo hacen solo para alcanzar aceptación social y disfrutar de ese bienestar que produce recibir un gran número de ‘me gusta’ y comentarios positivos después de subir una imagen.

El fenómeno va en ascenso, pues, según el Estudio anual de redes sociales, elaborado en 2020 por IAB España, una persona promedio pasa 37 horas semanales conectada, lo que equivale a un 22% de su tiempo. Pero, curiosamente, aunque les dedicamos tanto a estas plataformas virtuales y a ver la supuesta vida ideal de nuestros contactos, no es allí donde encontramos lo que nos inspira a ser felices. Por el contrario, de acuerdo con la encuesta Global Happiness 2020 (Felicidad Global 2020), cuyos resultados se revelaron en octubre pasado, el tiempo invertido en redes sociales ocupa el último lugar en la lista de motivadores de felicidad, con un 11%, después de la salud y el bienestar físico (55%), las relaciones de pareja (49%), los hijos (49%) y 25 ítems más que hoy son prioridad para la gente en el contexto de un mundo en plena pandemia.

…Y, ¿qué es la felicidad?

En años anteriores se oía decir que Colombia estaba entre los países más felices del planeta, debido a que en los sondeos nacionales los niveles de optimismo, percepción y expectativas para el futuro alcanzaban mediciones superiores al 50%, pero en el Informe mundial sobre la felicidad, publicado el año pasado, el país ocupó el puesto 44 entre 156, detrás de iberoamericanos como Costa Rica (15), México (24), Uruguay (26), España (28), Guatemala (29), Brasil (32) y Chile (39).

Según el Estudio anual de redes sociales, elaborado en 2020 por IAB España, una persona promedio pasa 37 horas semanales conectada, lo que equivale a un 22% de su tiempo.

Y, de nuevo, la pregunta que surge es si realmente las personas saben el significado de esa palabra, esa especie de tesoro que buscan a lo largo de la vida y que se hace tan esquivo, en especial en estas épocas difíciles. “La felicidad no es ausencia de dolor ni de tristeza, no es evitar el sufrimiento ni buscar el placer, es hallarle sentido a las situaciones que vivimos. La felicidad es la vida, y en la medida en que experimentemos todas las emociones y vayamos viviendo, podemos elegir ser felices”, así lo ilustra Andrés Ramírez, consultor internacional y magíster en Felicidad, además de creador de la primera cátedra dedicada a este tema en tres universidades del país.

Y es que tener un mal día, estar tristes, sentir rabia o miedo forma parte del camino que recorre cualquier ser humano. Incluso, los aprendizajes más profundos suelen surgir de situaciones difíciles, porque justo allí es donde el hombre se reta y prueba de qué está hecho; en medio de la adversidad puede descubrir cualidades escondidas de su personalidad, protegerse y adaptarse. Según Ramírez, “en la tormenta nos enfocamos en lo que realmente importa, porque uno no expresa su serenidad cuando todo está bien, sino cuando todo está mal”.

No obstante, como los seguidores de Instagram y Facebook se sienten más atraídos hacia emociones positivas como alegría o entusiasmo, los usuarios ‘caen en la trampa’ y terminan posteando una vida color de rosa que les garantiza estar entre los más populares en redes. Los adolescentes y jóvenes suelen ser presa fácil de estas actitudes porque, como forman y mantienen vigente su círculo de amigos de manera virtual, al compararse con ellos no quieren ser menospreciados ni excluidos.

Claro que las generaciones que se encuentran entre los 30 y los 40 años, así como los personajes del entretenimiento, no se quedan atrás. Su competitividad y el deseo por destacar hacen que también utilicen las redes sociales como herramientas para crear una falsa felicidad.

A través de las plataformas nos venden una perfección que no existe: el cuerpo ideal, el mejor padre o madre, el deportista consumado, la piel más sana, el filántropo y todo tipo de modelos por seguir.

Quizás por eso quienes evitan compartir su intimidad a través de una plataforma digital han hecho popular la frase: “Si de verdad eres feliz, no pierdas el tiempo demostrándolo en redes sociales”. Los expertos avalan esta idea y agregan que la felicidad se construye en la vida real. Así lo dijo la psicóloga española Ainhoa Vega en una entrevista que ofreció a El Diario Vasco hace un par de años: “No hay una definición clara porque depende de cada persona, pero sobre todo tiene que ver con sentir bienestar, estar bien con uno mismo, afrontar de la mejor manera los pequeños problemas diarios y resolverlos, mantener una buena calidad de vida. Puede ser, incluso, una actitud, porque si te empeñas en ser feliz, serás feliz”.

Cinco ideas que pueden funcionar…

Con su experiencia como conferencista internacional y docente universitario de Felicidad, Ramírez sugiere tener en cuenta las siguientes consideraciones y convertirlas en hábitos; dice que pueden ayudar a marcar la ruta lógica de cualquier persona hacia la felicidad. Aclara, eso sí, que no hay fórmulas mágicas ni tips, solo la decisión de convertir ese concepto en un modo de vida.

  1. Cuidar el sueño: es impresionante lo que sucede cuando las personas empiezan a dormir el tiempo necesario para recuperarse del día. Lo ideal es que sean, mínimo, seis horas cada noche.
  2. Hacer ejercicio: la invitación es a incluirlo en las prácticas diarias, al menos durante 20 minutos al día. Pueden iniciar estirando.
  3. Alimentarse bien: desayunar como reyes, porque para enfrentar el día necesitamos energía suficiente. En cambio, para hacer la digestión y descansar durante la noche es más indicado comer con moderación.
  4. Aprender algo nuevo cada día: por ejemplo, leer acerca de un tema de interés durante 20 minutos diarios.
  5. Practicar el silencio: si una persona no es capaz de permanecer consigo misma durante 10 minutos, ¿cómo espera que el mundo la soporte durante todo el día.

1, 2, 3 emocional

Y como no podemos elegir las situaciones que llegan a nuestra vida, pero sí la forma como las enfrentamos, Ramírez finaliza con una posible manera de tramitar las más de 250 emociones que podemos llegar a sentir:

  1. Identificar: ¿qué siento? Miedo, tristeza, rabia, sorpresa, alegría.
  2. Aceptar: es real lo que siento, acepto que lo estoy viviendo.
  3. Gestionar: con orden, criterio y responsabilidad, desarrollo la sigla PROA: paro, respiro, observo y actúo.

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